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El robo de las gallinas

  • Foto del escritor: Tertulia
    Tertulia
  • 9 nov 2021
  • 4 Min. de lectura

Por Yorvelinne Ramos


Doña Flori, vive a la orilla de la carretera junto a su familia, su hijo, le ayuda a alimentar a todos sus animalitos. Entre ellos tiene gallinas ponedoras, todos los días por la mañana les lleva comida y de paso va a recoger los huevos para el día. Eran 25 gallinas, todas ponedoras, el cuidado incluye darles de comer y ponerle agua, dos veces al día. Ella vive en San Marcos, en un pueblito escondido llamado “El Recuerdo” del municipio de Nuevo Progreso.



Los días allá pasan muy rápido, y la rutina de vivir en el campo ayuda a que se pierda cuidado de las cosas. Es un lugar caluroso, 22 horas del día hace calor, las otras 2 horas son templadas y acompañadas de aire por la madrugada. Las gallinas estaban puestas en un corral a unos diez metros de la casa, un poco perdido de vista, la casita de doña Flori está unos metros hacia arriba y el corral muy por debajo, esto pudo facilitar el robo.


El martes por la mañana ella como todos los días fue a darles de comer y a recoger huevos, todo estaba normal, por la tarde decidió salir a hacer algunas compras. Regresó cuando la tarde estaba perdiendo claridad, entonces decidió sentarse a descansar. Ella comenta que no pensó necesario ir a darles de comer de nuevo, además, su hijo no estaba en casa, así que pensó que a lo mejor él había ido a darles de comer a las gallinas, entonces no se preocupó más.


En la noche volvió a recordarlas, pero para ese entonces ya estaba demasiado oscuro, además de que había una pequeña brisa en el aire, ella pensó que podía resfriarse entonces, decidió no ir de nuevo.


Pasó la noche y a la mañana siguiente, lo primero que hizo al levantarse fue, salir por su cubeta tomar concentrado y llevar agua, cuando estaba a pocos metros del corral lo notó raro porque el nilón de seguridad que tiene alrededor del corral estaba desatado de una esquina, pensó que el aire había sido.


El corral era de madera la parte de abajo, un metro de altura ocupaba madera sin pintar, la parte de arriba estaba cercada de alambre y el techo era de lámina, el nilón que rodeaba la parte de alambre se colocaba solo por las tardes para que no sufrieran de frío, al frente una puerta pequeña de metro y medio, para que pudiera entrar a darles de comer y a recoger los huevos.


Al entrar al corral, se llevó la sorpresa, había solamente diez gallinas… Espantada por el asunto que aún le resultaba increíble, les dio de comer y salió rápido de ahí, acudió a su casa para consultarlo con su familia.


Todo esto era increíble para ella, de 25 gallinas solo habían 10, el espacio del corral estaba sumamente vacío, buscó por la casa a su hijo, para preguntarle.

Frank, un joven de 17 años, hijo de doña Flori, comentó en ese momento que él no había acudido al corral el día anterior, él por la tarde se encontraba jugando futbol, y antes de salir de su casa en la ausencia de su madre salió a ver el corral desde lejos con la intención de colocarle el nilón antes de irse, pero cuando vio que ya estaba colocado decidió irse. Doña Flori asustada pensó, quién pudo haber colocado el nilón, porque ella recuerda haberlo quitado por la mañana.


Preguntó con sus vecinos, y personas cercanas al lugar sobre algún suceso extraño, y no fue posible encontrar pista de los culpables, ni siquiera huellas de zapatos dejaron, solo se adelantaron a colocar el nilón, para que no sospecharan, asegura ella.

Los robos en este lugar inician desde cosecha de bananos y maíz hasta animalitos comestibles. Doña Flori quiere saber como pudo haber sido el robo, para resultar tan bueno. Pues sí, hay mentes maestras detrás de estos robos.


Por allá en la finca La Amalia, hace unos años se perdieron también 5 gallinas, 5 hombres participaron en esto, la estrategia es muy sencilla. Porque cuando inició el atardecer, y las gallinas estaban como siempre en las afueras de la finca, los 5 hombres planearon caminar en línea recta detrás de las gallinas, “arreándolas” hasta llevarlas atrás de la montaña, al estar ya perdidas de vista del ojo del cuidador, entonces cada uno agarró una, y se dieron a la fuga. Las gallinas son mansitas y se dejan agarrar, indicó uno de ellos, cuyo nombre será Jerónimo en este relato. Esto sucedió en los cafetales, y gracias al atardecer. Jerónimo, asegura que cuando se le roba a un rico no se le afecta, por eso es que lo realizaron en una finca, donde tienen decenas de gallinas más y muchas más crías de animalitos.


La mente maestra aquí fue Jerónimo, también hay dos formas más de realizar estos planes; uno es con la “Trampa de Resorte”, esta tiene dos resortes al lado, es muy similar a una trampa de ratón, porque se le coloca carnada. Un maíz se le pega en la parte de abajo, en medio de los resortes, y cuando la gallina por su cuenta se acerca a la trampa buscando el maíz, inicia a picotear el espacio y esto suelta los resortes y le agarran la cabeza, provocando muerte casi instantánea, lo único que le queda a la gallina es aletear, por eso no se hace tanto ruido, comenta jerónimo.


El “Maíz con Guaro”, es otro método para robar gallinas, porque se dejan los granitos de maíz dentro de un octavo de licor, los granitos lo consumen, y luego los colocan como caminito, entonces las gallinas van avanzando el camino que la aleja de su corral y luego de unos metros la gallina se marea y es más fácil poder agarrarla y meterla a un costal.

Según Jerónimo estas son las formas más utilizadas para robar gallinas, doña Flori por su lado no pierde la esperanza de encontrar una pista que la lleve al ladrón de sus 15 gallinas ponedoras.


 
 
 

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